El concepto contra el concepto
Ahora todo TIENE UN VALOR DE CAMBIO. Todo es idéntico.
No hay nada que sea tomado en cuenta
por sus especificidades, sino que cualquier cosa es un particular de un grupo,
un especímen, un ejemplar. Lo que le ocurre a la rata en el laboratorio es lo
que ocurre ahora en todas las parcelas del mundo humano. Somos sustituibles en
nuestros puestos de trabajo, en nuestros puestos de consumo, predecibles,
prescindibles...
Querido lector, voy a tomarme la libertad de hacer una entrada libre, no relacionada explícitamente con las clases ni las tareas. Aquellos que hayan estudiado o leído algo de filosofía probablemente lo encuentren familiar.
La Ilustración es ese gran movimiento cultural que pretende librarnos del pensamiento mítico, deshacerse de él. Kant quería sacarnos de la “minoría de edad”, otorgarnos autonomía. Sin embargo el mito es ya en su inicio ilustración, y la ilustración acaba convirtiéndose en mitología. Esta es una de las ideas principales que Adorno y Horkheimer quieren transmitir en su Dialéctica de la Ilustración, y que yo quisiera explicar en las líneas siguientes.
Las mitologías, al igual que la ilustración, llevan en sí el afán de dar sentido al mundo y hacer hueco al hombre en la naturaleza: ambos llevan en grado distinto la pretensión del dominio de la naturaleza. El ser humano, aterrorizado ante el poder coactivo del medio natural, se ve sometido a su inconmensurabilidad, a su diversidad, el hombre huye del caos. Por ello intenta neutralizarlo a través del saber. La razón, que parece la promesa de liberación y emancipación frente al terror cósmico, se concreta en poder, en dominio: el núcleo de toda la historia de la civilización.
Pero el dominio del medio implica también un sacrificio. Aquí, Adorno y Horkheimer recurren a Nietzsche y Freud en su interpretación de la historia de la civilización: la autoconservación, sobrevivir, implica la autorrepresión. El sometimiento de la naturaleza implica un doble sacrificio: interno y externo. Al dominar el medio nos dominamos a nosotros mismos: la fundamentación del ser humano como animal social corresponde al aplazamiento de nuestros impulsos básicos en beneficio de nuestra supervivencia, en pro del grupo. Es ese dominio de la naturaleza interna sobre lo que se erige lo que llamamos razón y alabamos como nuestra diferencia y característica más brillante, mientras que su origen es oscuro e irracional.
La historia de la humanidad es la historia del sacrificio, de la renuncia que implica la adaptación en un medio brutal y hostil.
Así el intelecto vence la superstición y debe dominar y desencantar la naturaleza, pero lo hace ejerciendo violencia sobre ella y sobre el sujeto ejecutor del dominio, provocando la alienación tanto del objeto como del sujeto. En pocas palabras, somos dominados por nuestra propia forma de dominar. El mecanismo de dominio configura los componentes de la conciencia. Desde el mito se introduce una forma de organización basada en la unificación y repetición del acontecer, que la lógica y la ciencia perpetuarán. Por ello el avance y el progreso radicalizan el mito.
Esta radicalización del mito indica el paso de este a la Ilustración, a la sociedad post-mítica, que no es otra cosa que la sociedad mítica llevada a su extremo. El nuevo orden orden mítico se desliza bajo los símbolos del desarrollo científico y el libre mercado, el cual funciona como un segundo destino natural, pues su inestabilidad produce tanto temor como las fuerzas de la naturaleza.
La mitología se reencarna en la razón científica e instrumental (expresión del miedo a lo diferente, lógica positivista: reducción del todo a la unidad) y se abre camino y se desarrolla a través del impulso de unificación, de la generalidad del concepto, hacia la supresión de las diferencias. La organización en su primer término (mitología) ya es el intento de introducir unidad en la multiplicidad. Cogemos sin saberlo el relevo, continuamos tratando de unificar el mundo ya no a través de la figura mítica y la narración, sino recurriendo a abstracciones y conceptos.
Bueno, tiene mala pinta todo ¿Qué nos queda por hacer ante esta terrible tendencia autodestructiva e infértil que la historia describe en su curso?
Ante todo, hay que tener claro que no podemos renunciar al concepto. Es nuestra herramienta y nuestra forma de procesar la realidad. Sin embargo sí que podemos evitar la funesta mecánica de la conceptualidad instrumental. Neutralizar la dominación que opera el concepto al prescindir de las diferencias: mantener las contradicciones abiertas siempre. Se trata de pensar el concepto contra el concepto. Mostrar a través de constelaciones de conceptos aquello que no es conceptual, acercarnos a conocer las cosas sin pretender cerrar las contradicciones que encierran en una fórmula obtusa.El sujeto no se puede reducir a una estructura lógica, identificada con sus facultades intelectuales. El sujeto es naturaleza, deseo, pasión, instinto, intuición, sensación, materia. Reconciliarnos con el conocimiento de esta manera implica abrazar la posibilidad de una subjetividad no mutilada, no reducida, sino somática, corporal. Solo un pensamiento que puede hacerse violencia a sí mismo puede acabar con los mitos.
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Esta entrada y su contenido justifica que la filosofía sea la asignatura central de las enseñanzas obligatorias... más utópico que el libro blanco, jejeje.
ResponderEliminarA mi siempre me ha quedado un temor interno de si la alteridad es una nueva construcción mitológico-idealista, otra cáscara de la cebolla que envuelve a las demás pero que debido a su mayor tamaño, aún no han podido verse sus límites y por lo tanto sus entrañas mitológicas. ¿Puede que la lucha contra la conceptualidad instrumental sea el nuevo mito liberador de las sociedades postmodernas? Seguro que me das una buena respuesta
Desde la escuela de Frankfurt no parecen poder ensayar una salida, pues ellos siguen creyendo en la razón no instrumental. ¿Podría ser la alteridad un ancla que se arroja en la Grecia antigua y que hasta el día de hoy no hemos dejado de arrastrar?
EliminarEl movimiento postestructural, en línea con Heidegger, parece que va por ahí. La formación del Yo como el doble de un Otro, aunque puede ser tan mitológica como cualquier otra explicación, consiente la posibilidad de desfundamentar todo idealismo y romper con lo que llamamos esencias (platonismo). La novedad de esta perspectiva es la posibilidad crítica, pues nos permite establecer diferencias (al encontrar un Otro en lo Mismo) que suscitan valores en el plano de la ética (nos permite mejorarnos, subjetivarnos de forma continua). En ese sentido merece la pena pensar una ontología que considere el núcleo caótico y volátil de las cosas, pues la intención de la crítica postestructural es no volver a considerar que la verdad sea la meta del conocimiento, sino que el conocimiento debe operar cierto desplazamiento del deseo.
Un oscuro dogmatismo platónico sigue funcionando aquí y allá en el mundo académico e intelectual. Te recomiendo una lectura del Alcibíades de Platón que realiza Lyotard en "¿Por qué desear?":
"En vez de buscar la sabiduría, lo que sería una locura, le valdría más a Alcibíades (y a ustedes, y a mí) buscar por qué busca. Filosofar no es desear la sabiduría, es desear el deseo".
Espero haber provocado más incertidumbre que seguridad. Es siempre mejor hacer preguntas que dar respuestas, y tu pregunta me ha hecho volver sobre cuestiones que adoro y tengo un poco empolvadas.
Cuando digo que el Yo se forma desdoblándose del Otro, el Yo, la conciencia, es un ejemplo de una esencia. Una interioridad "esencial" que en realidad y contra todo pronóstico es exterioridad, afuera, Otro. El cuerpo es la casa y nuestra conciencia se cree amo y señor de ella. Sin embargo hay intrusos. Un otro es el inconsciente, que define mucho más lo que somos, y que es inabarcable empíricamente. El yo es resultado del inconsciente y no al revés. Somos un síntoma de nuestro cuerpo
EliminarUna filóloga clásica no podía perderse una entrada tan mítica como esta... ;)
ResponderEliminarLa mitología, como la religión (espera espera, ¿crees que hay diferencia entre mitología y religión?) da respuesta. Es inherente al ser humano desde que este existe, y es necesaria para poder afrontar la realidad, pero por favor en su justa medida. Hace ya mucho que pasamos del mito al logos… Pero ahora estamos volviendo a pasar al... ¿mito? O bueno al concepto como tú dices. El intento constante de ganarle al caos infinito y ordenar el mundo hace que caigamos en una especie de espiral de frustración de la que no vamos a salir hasta que no nos demos cuenta de que lo importante no es la respuesta sino la pregunta.
La ilustración griega, o el paso del mito al logos, parece consistir en separar a los dioses de las esencias que representan. Decimos que "hemos pasado al logos" pero en realidad solo hemos separado al logos, o concepto de referencia, de las cosas exteriores. En este momento la diferencia entre el "ser" de las cosas y las propias cosas lo arrasa todo. Es el despertar de una separación entre un objeto y un sujeto en el conocimiento.
Eliminar¿Pero podemos conocer las cosas abstrayendo al sujeto de ellas? ¿existe un objeto de conocimiento, como tal, que se pueda conocer a través de un sujeto y separado de él? El objeto incondicionado no existe para el conocimiento. Es pura ficción pensar que puedes conocer algo sin entablar tú una relación condicional con ese algo. Esta relación condicional es el ejercicio de un poder del hombre sobre el medio natural (y sobre sí mismo), que se convierte en "objetividad". El resultado: "Los hombres pagan el acrecentamiento de su poder con la alienación de aquello sobre lo cual lo ejercen. La Ilustración se relaciona con las cosas como el dictador con los hombres. Este los conoce en la medida en que puede manipularlos".
El paso del mito al logos parece más bien la disolución de una mitología en otra.
ahh! casi lo olvido, la distinción entre religión, mitología, cultura... es difícil decir donde terminan esferas tan influyentes, así que mi respuesta es ¡no lo sé!!
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